El otro día, rebuscando por los armarios, encontré este pequeño tesoro que me regalaron cuando tenía cinco años. Seguía exactamente igual, metidito en su lata de crema Nivea, tapado con un algodón, tan frágil y delicado, dando cobijo a los dos diminutos huevos. Todavía recuerdo cómo me fascinaba la perfección que esos pajarillos habían logrado al construir su hogar, las ramas cuidadosa y sabiamente colocadas, la suavidad de su interior... Una belleza que aún me atrapa.
Pero hoy por hoy, la visión de este nido sencillo pero auténtico, con los dos huevitos en su interior, tranquilos, felices, me sugiere otras sensaciones: la necesidad de disfrutar de una vez de un rinconcito así de cálido. Cuando lo encuentre, sin duda me llevaré conmigo este recuerdo y le buscaremos un huequito especial para que dure muchos años más.
creo que ha sido la foto que más me gustado hasta la fecha. Sólo me gustará más cuando esté en su nuevo hogar y lo veamos todos los días. Seguro que fueron unos papás geniales y querrían que otros papás igual de geniales cuidaran su casita. No me extraña que te gustara tanto de chiquitina. Haremos todo lo posible para que esos huevitos no sufran nunca y no les pase nada.
ResponderEliminarLos huevitos están en las últimas los pobrecillos. Tan frágiles y después de 25 años... Pero aunque el contenido se deteriore, el continente sí lo seguiremos guardando con cariñico, ¿verdad?
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